Salida 03/03/2013 Crónicas del Regreso

01.01.2013 00:00

Vale. Lo confieso. Me ha costado casi tanto volver a escribir, como volver a montar en bici. Y en ambos casos, lo hago por estrenar. No, no...no por entrenar, que eso lo dejo para la Cobra Aceitosa y compañía, que a mi no me hace efecto....., digo por estrenar, jumento nuevo y página web nueva. En fin, que armao de valor y con húmedos temores, me planté en el lugar de salida de nuestros amores para confirmar que hay cosas que no cambian: una, que al Sr. Cid le siguen preguntando en todo el mundo para poner los relojes en hora y dos, que mientras haya un domingo y cinco euros en el bolsillo, habrá moros en el puente. Seis, en esta ocasión. Así que, después de aguantar estoicamente soeces comentarios sobre el método de financiación de mi jamelgo nuevo, emprendimos viaje con la vana ilusión de no tragar mucha agua. Con esa intención, y con el Capitán Gancho recién incorporado al grupo, enfilamos las traseras de los Tres Sietes para desembocar en la calera de Carija. Descenso por la antigua carretera y desembarco en el camino del Hinojo, donde damos pedales con cara de niños buenos para no ser confundidos con los malos, que nos han dicho que por aquí mora un personaje que te hace una llave de esas de judo, se te deja caer encima y ruegas encarecidamente a la policía que acuda rauda a tu rescate al temer seriamente por tu vida....En fin, ya en el camino de la Charca, sorteamos como podemos enormes charcos que ayudan a que los cambios empiecen a pensar por sí mismos. Coronamos en la presa.....Agua por un tubo que asegura la celebración este verano de la parte natatoria del triatlón moro (me pido el papel de hombre boya). Transitamos sin novedad el perímetro charquil y salimos a la carretera con dirección la Polvera. Con estas humedades, de polvo... nada, agua y barro como si fueran gratis. En fin que alcanzamos El Carrascalejo sin novedad y hacemos la parada de rigor. Los cambios y las cadenas a esta hora de la travesía ya chirrían lo suyo y procedemos a su adecuada lubricación. El Sr. Cid, como buen autónomo, ahorra en aceite y saca un recipiente que debía contener un cuarto de mililitro del ansiado lubricante, así que, se sirve él y no invita. El Capitán Gancho, más espléndido, se autolubrica primero, y luego invita al respetable. En estos momentos, se da la fatal circunstancia de la coincidencia en el tiempo y el espacio del Sr. Cid y agua. Ya saben sus morerías que eso le pone palote y como no puede ser menos, procede al arroje del líquido elemento a los integrantes del grupo sin mediar provocación previa. El Capitán Gancho corre a refugiarse tras unos contenedores de basura, y allí, a resguardo, mientras aprovecha para miccionar, se le relajan los esfínteres y se descerraja un meteorismo del quince que acalla la algarabía reinante, mientras el muy ladino atribuye el estruendo a las bisagras mal engrasadas de los contenedores....En fin, que continuamos una vez que convencemos al Zuri, que amenaza con retirarse por molestias varias. Llegamos a Aljucén y continuamos camino del Moro. El personal anda guerrero y propone pasar a saludar a nuestro parcelero favorito. Al que suscribe no le hace muchas gracia el asunto y presento mis excusas. Al final, lo dejamos para mejor ocasión y continuamos por las traseras del Moro apretando las nalgas. Después de otra excursión acuática, un grupo de animales bravidos vienen a pedirle fuego al Sr. Cid que no duda en despedirlos con cajas destempladas (así tenemos esta famita....).Camino del Huevo, parada avitualladora, incluido bocata chorizo del newmoro Ervi y striptease del Canopesca para mostrar las secuelas de su encuentro con el malaje, para a continuación, seguir hasta el embalse del Muela, donde dado que estamos con el estirón paramos a comer otra vez y de paso, echar un vistazo al jamelgo del Sr. Cid que clama por una jubilación digna. El cielo nos amenaza con unos goterones cuando alcanzamos Cornalvo, que circunvalamos con ritmo de varillaje hasta alcanzar la presa. Seguimos por la carretera y dejándonos el pellejo, meta volante en Trujillanos que superamos con mosca buscando la psiquiátrica pista. Cargados los perolos, la cosa con el aire de culo se anima bastante. Pantani tiene prisa y aplica su máxima: “¡joder!, vamos a cuarenta, si no nos cogen, es porque no quieren....”. A lo lejos, vemos un grupo transitando la pista. Obviamente, la visión nos pone cachondos, así que, huevo contra huevo, allá que nos vamos a preguntarles la hora. Con estas prisas, llegamos a la capital del reino moro y con buenas intenciones, aterrizamos en nuestro lugar de oración donde nos espera el Novio de la Muerte haciendo guardia. Una vez aseados, tomamos asiento en la mesa con mantel reservada y antes de libar el merecido néctar, elevamos nuestras plegarias por los moros ausentes.......